http://www.champagnat.org
publica@fms.it
13-02-2003 Boletín marista 51 - 13 febrero 2003
Reflexiones del hermano Jacques Scholte,
provincial de la Provincia de Europa Centro Oeste
EL MUNDO DE LOS JÓVENES NOS INTERPELA
El H. Jacques Scholt, 58 años, es Provincial de la Provincia Europa Centro
Oeste (Bélgica, Holanda, Gran Bretana, Irlanda y Alemania). Ha sido presidente
de la UCESM (Unión de Conferencias Europeas de Superiores Mayores) y ha
participado en el Sínodo para Europa. Ha enviado recientemente a los hermanos
de su Provincia unas reflexiones para preparar el segundo Capítulo provincial.
En ellas, realiza un comentario sobre el texto de II Cor. 6, 1-10, del que
seleccionamos dos apartados que consideramos de interés para nuestros lectores.
Previamente, habla de la comunidad de Corinto, formada por cristianos de todas
las capas de la sociedad y con procedencias heteróclitas. Pese a las
dificultades que viven, Pablo considera que se trata de un tiempo favorable
para vivir el Evangelio como una Buena Noticia.
¿Cuál es ese tiempo favorable?
La pregunta puede sorprenderos, ¿un tiempo favorable? Quizás, vosotros mismos,
estéis propensos a afirmar lo contrario o, por lo menos, estéis de acuerdo en
que hoy vivimos tiempos difíciles. ¿No es, como dice Pablo, la consecuencia de
nuestros bandos y de nuestras discordias? ¿No nos encontramos más bien
enfrentados con los resultados de toda una amalgama de mutaciones regresivas?
En efecto, todo lo que se ha realizado durante el último siglo se encuentra, a
menudo, tan transformado que llega a ser difícil reconocer el pasado. Sin
embargo, esforcémonos para percibir nuestra sociedad desde otro punto de vista
y, por tanto, rindámonos a la evidencia y aceptemos la sociedad tal como es,
aunque veamos muchas personas decepcionadas, desanimadas, que no pueden, a
pesar de su buena voluntad, vivir el hoy... como un tiempo de salvación.
Entre los aspectos negativos de nuestra sociedad, podemos mencionar las
numerosas situaciones de aislamiento que se dan entre personas de edad avanzada
y en jóvenes. A eso se añade una especie de animosidad entre ellos mismos y el
mundo exterior. La apatía y el cinismo han llegado a ser, en nuestros días,
unas realidades muy concretas que no podemos ignorar.
Y, sin embargo, ¿podemos honestamente considerar el tiempo en que vivimos como
un tiempo de gracia? Si es así, ¿no será que nuestra mirada sobre los
acontecimientos y la evolución del mundo de hoy es completamente diferente? Y
el día de hoy, ¿no será, a pesar de todo, un tiempo de salvación?
Sí, podemos considerarlo como un tiempo de gracia, si convertimos nuestros
interrogantes actuales en puntos de referencia para el futuro.
· Los jóvenes buscan, ante todo, la libertad material y económica, la libertad
de ir y de venir. La sociedad, por su parte, les ofrece un montón de elecciones
de profesiones, de oficios y también de religiones. Les gusta entregarse a
experiencias de toda clase. Y, la libertad, ¿dónde está en todo eso? Si
solamente ponemos énfasis en las experiencias desafortunadas de algunos,
entonces seremos injustos frente a los jóvenes que están buscando
verdaderamente dar un sentido a su vida. ¿Podemos, entonces, afirmar que
nuestra presencia es una presencia respetuosa?
· Otra aspiración de los jóvenes es la de ocupar un puesto autónomo en la
sociedad, desligada de instituciones y de toda convención social. Los jóvenes
tienen la posibilidad de una formación universal al alcance de la mano. Los
viajes y el Internet amplían su horizonte y les otorgan acceso a una abundancia
de información y de conocimientos, que no siempre saben hacer una elección
juiciosa entre informaciones de valor desigual. En los jóvenes se da un
verdadero sentimiento de autonomía. ¿Somos nosotros, entonces, justos con
ellos, si solamente nos contentamos con las apariencias? ¿Son suficientes
nuestras opiniones y nuestros juicios, si queremos dar una respuesta adecuada a
los interrogantes de los jóvenes?
· Los jóvenes son muy sensibles a todo lo que les toca de cerca, como, por
ejemplo, la muerte de un joven de su edad. Las velas, las flores colocadas en
el lugar del drama, los encuentros silenciosos impregnados de gravedad, lo
pueden atestiguar. Intentan aferrarse a cualquier ritual que les permita
expresar sus verdaderos sentimientos interiores. ¿Nos es lícito ver solamente
en ello una imagen efímera, como esas velas consumidas y esas flores marchitas?
¿Intentamos verdaderamente compartir lo que ellos viven en esos momentos? La
ausencia de una celebración litúrgica ¿nos debe impedir continuar caminando con
ellos?
· La fe que ponen en su propia experiencia les sirve de brújula para orientarse
en el recorrido del siglo que comienza. Ese es un dato muy concreto que tenemos
que tener en cuenta. '¡Yo lo veo así!' Es una expresión concretísima que
encontramos en su jerga. Para los jóvenes, la creencia en la presencia de un
Dios invisible parece un ejercicio bastante abstracto. ¿Es eso suficiente, sin más,
para concluir que Dios no les interesa a los jóvenes? ¿No tenemos una
respuesta, que sea la nuestra, que darles?
Los puntos mencionados antes son ejemplos que reflejan ciertos aspectos de la
vida de los jóvenes, y que pueden ayudarnos a entender su mundo. Aunque la vida
de los jóvenes no sea tan radicalmente distinta de la que conocimos en el
pasado, sin embargo, reviste hoy formas particulares.
Los jóvenes crecen y viven en un medio muy distinto, pero conocen los mismos patinazos'
y las mismas conversiones' que en el pasado. Ellos están, como los cristianos
de Corinto, expuestos a los mismos problemas internos y a las mismas amenazas
externas. Sería muy fácil establecer una comparación entre el ambiente que
había hace 2000 años y el de nuestro tiempo. Sería igualmente prematuro afirmar
que los dos mundos no tienen nada en común. Si examinamos un poco más de cerca
la actitud de Pablo, comprenderemos, quizás mejor, cómo él ha podido mantenerse
en pie.
Pablo no reprochó a los cristianos de Corinto una falta de fe en la acción del
Espíritu. Personalmente, estaba convencido de la inminencia de 'un tiempo
favorable' y de que la gracia de Dios se manifestaría. Pablo continúa, en toda
circunstancia, proclamando fielmente la palabra de verdad. Al principio de su
carta ya nos indicaba que, si queríamos trabajar para Dios, era necesario 'ver
el momento presente como una gracia' y 'no dudar en pronunciar la palabra de
verdad'.
¿Y mañana?
El mundo de los jóvenes nos interpela. Los jóvenes nos invitan a que examinemos
nuestra conducta retrospectivamente. A nosotros nos toca hacernos las
siguientes preguntas: ¿Cuál es la fuerza interior que nos anima? ¿Cuáles son
esas palabras de verdad que estamos preparados a pronunciar? Nuestro estilo de
vida y nuestra identidad están hoy en entredicho. No se nos pide dar
respuestas, sino que se nos pide que intentemos formular, con toda modestia, lo
que nos hace vivir y de qué manera queremos ser significativos para el mundo en
el que vivimos.
Lo importante para nosotros es, como lo recomendaba Marcelino Champagnat,
asegurar la presencia al lado de los jóvenes y amarlos. Sólo así podremos
servirlos de guía y acompañarlos. La presencia y el amor son dos valores
complementarios, y los jóvenes tienen derecho a ellos. Son de una calidad muy
superior a la de ciertas tendencias y actitudes que se descubren en el mundo de
los jóvenes de hoy, dado que les revelan aspectos que revalorizan su vida.
El amor a los jóvenes y la presencia atenta reúnen valores, como son:
. El sentido comunitario. Este valor incita a los jóvenes a no encerrarse en sí
mismos y a tomar conciencia de que la libertad y la responsabilidad son una
misma cosa. También aprenderán que el comprometerse a favor de los otros, les
puede aportar muchos beneficios.
· El compromiso. Nuestro compromiso a favor de los jóvenes puede enseñarles
también la importancia que tiene construir relaciones duraderas, porque son una
fuerza preciosa que otorga más valor a la vida del joven que desea vivir su
autonomía personal.
· La seguridad. Nuestra identidad nos exige salir fiadores de todos los que se
cruzan en nuestro camino. Ante las elecciones difíciles, los jóvenes deben
poder sentir que encontrarán entre nosotros personas dispuestas a ayudarles en
sus dudas e inseguridades, y que ya no tengan más el sentimiento de estar
dejados de lado.
Tal actitud de vida tiene su importancia, y el estilo en el que vivamos el
evangelio puede hacer que los jóvenes descubran espacios nuevos y acogedores.
Los tres valores descritos antes también forman parte integral de la tradición
cristiana. Muy a menudo, tenemos dificultades para integrar los nuevos
elementos de nuestra sociedad con sus diversas tendencias en nuestro modo de
vivir como cristianos hoy. Nuestra predisposición es la de separar lo viejo de
lo nuevo. Esto no hace más que acentuar las diferencias. La vida cristiana,
como la concebimos nosotros, corre el riesgo de no ser comprendida por la gente
de hoy y, de alguna manera, ser dejada de lado. Si somos sinceros y nos tomamos
el mundo de los jóvenes en serio y, por otra parte, intentamos establecer
contactos sinceros con ellos, nuestra manera de vivir cristianamente podrá
constituir entonces para el joven una fuente de inspiración y de ánimo para
evolucionar hacia una verdadera vida humana.
Esta convicción de vivir en un tiempo favorable la sacamos de la alianza que
Dios ha establecido con los hombres con el fin de hacerlos felices. Jesús ha
vivido plenamente esta alianza. En Él y por Él, vemos cómo la vida muy sencilla
de un hombre en busca de Dios, puede ser 'santificada'. Jesús bendecía a los
hombres y a las mujeres que le rodeaban; acogía a los niños; ofrecía el perdón
a los pecadores y rezaba por todos a quienes amaba. ¡Llamaba a Dios su Padre!
También nosotros podemos hacer que esas actitudes sean las nuestras.
H. Jacques Scholte
http://www.champagnat.org/docs/ES31451_Bol051.doc
powered by
info@duemetri.it