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20-04-2003 Boletín marista 64 - 20 abril 2003
Seán D. Sammon fms
UNA PASCUA FELIZ Y LLENA DE BENDICIONES PARA TODOS
Había una vez un joven que aspiraba a una gran santidad. Trabajaba muy duro
para conseguirla y un buen día decidió informar a su Maestro sobre sus
progresos.
'Maestro, creo que he alcanzado la santidad,' dijo anunciando la noticia.
'¿Qué te hace pensar que así sea?,' preguntó el Maestro.
El joven replicó: 'He estado practicando la virtud y la disciplina desde hace
tiempo y he llegado a ser bastante competente en ambos aspectos. Desde el
amanecer hasta el ocaso, no como ni bebo absolutamente nada. Durante el día,
presto todo tipo de arduo servicio a los demás y nunca espero su
agradecimiento. Si tengo tentaciones de la carne, me revuelco en la nieve o
entre los matorrales llenos de espinas hasta que me pasan. De noche, antes de
acostarme, practico la antigua disciplina monástica de flagelar mi espalda
desnuda. Me he disciplinado hasta llegar a la santidad.'
El Maestro permaneció en silencio un buen rato. Finalmente, tomó al joven por
el brazo y lo llevó a la ventana de su habitación. Desde allí le hizo notar un
caballo viejo que estaba en el campo, llevado del arnés por su dueño.
'He estado observando ese caballo desde hace algún tiempo,' comenzó diciendo el
Maestro, 'y he notado que no recibe agua ni comida desde el amanecer hasta el
ocaso. Todo el día se lo pasa trabajando para los demás y nunca se lo
agradecen. Con frecuencia lo veo revolcándose en la nieve y entre los
matorrales, como tienden a hacer los caballos, y con frecuencia observo que su
dueño lo vapulea. Te pregunto: ¿es ese un caballo o un santo?'
¿Moraleja de la historia? Ser santo tiene más que ver con el espíritu de
agradecimiento que con las prácticas piadosas. Ser santo significa acoger el
don del amor incondicional de Dios, más que ascender por una escalera de
virtudes.
La Pascua es una de esas fiestas que confunde a los más racionales. ¡Jesús
resucitó de entre los muertos! ¿Quién podría creerlo? Muchos, en aquel tiempo,
no lo hicieron. Hoy en día también tenemos gente escéptica. Pero un aspecto muy
poderoso de nuestra fe es su capacidad de asombrarnos, de sorprendernos, y de
tocar profundamente nuestro corazón y nuestra mente.
Es el caso del amor incondicional de Dios hacia cada uno de nosotros. Tú y yo
no podemos hacer nada para merecer el amor de Dios: se nos da gratuitamente.
Piensa en los momentos de enamoramiento que has vivido. ¿No has deseado lo
mejor para la persona amada? Te preocupas por ella, el tiempo a su lado nunca
es suficiente y parece que no estás a gusto si no estás con ella. Ya que el
amor humano es un espejo del amor divino, ¡con cuánta intensidad no estaremos
presentes en la mente y el corazón de Dios!
Marcelino entendió este aspecto de nuestra fe muy bien, al igual que María. Dos
rasgos de su espiritualidad son la práctica de la presencia de Dios y la
confianza en la protección de María. Su espiritualidad fue encarnada, mariana y
transparente.
Al celebrar la resurrección del Señor el día de hoy, a diferencia del joven de
la historia, dejémonos asombrar y sorprender por las cosas extraordinarias que
Dios está haciendo entre nosotros. Y no sólo admiremos a Jesús, sino también
imitémoslo. Para nosotros, esto significa proclamar la Buena Noticia de Dios a
los niños y jóvenes pobres. Son fáciles de encontrar hoy en día en cualquier
sociedad y cultura, en cualquier nación y región del mundo.
El joven de nuestra historia tenía mucho que aprender. Pensaba que todo
dependía de su esfuerzo. Olvidaba que Jesús vino como siervo sufriente y no
como rey conquistador. Haremos bien en recordar que la criatura en el campo, a
la cual se refería el Maestro de la historia, era un caballo y no un santo...
Pero eso cae por su propio peso. Después de todo, ser santo tiene más que ver
con el espíritu de agradecimiento que con las prácticas piadosas.
Una Pascua feliz y llena de bendiciones para todos.
Roma, abril de 2003
http://www.champagnat.org/docs/ES31464_Bol064.doc
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