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27-03-2003 Boletín marista 59 - 27 marzo 2003
UNA COMUNIDAD MARISTA ATÍPICA
Hablan sus protagonistas
En Mulhouse (Francia), una comunidad se anticipó a lo que recomienda el
documento del 20.º Capítulo general en el art. 44, 7: 'Acoger favorablemente la
creación de comunidades con presencia de seglares, con el fin de responder a las
necesidades de la juventud, especialmente la más abandonada'. En el diario
Mulhouse, L'Alsace, Frédérique Meichler publicó un artículo y una entrevista,
que reproducimos aquí por el interés que pueda tener para nuestros lectores.
EL ESPÍRITU DE FAMILIA
Desde hace seis años existe, en el número 67 bis de la calle Verdún, una
comunidad religiosa original llamada 'La Valla', en la que viven un matrimonio,
dos hermanos maristas y un joven. Su objetivo es acompañar a los jóvenes en su
paso a la vida adulta y difundir el espíritu de familia.
Forman parte de la misma Catherine y Pierre Demougin, una pareja de ingenieros
cuyos cuatro hijos han crecido. Menos Luc, el benjamín, todos han dejado ya el
nido. También viven en ella André Dury y André Brun, ambos miembros de una
congregación católica, los Hermanos maristas. Uno se ha jubilado como profesor,
el otro es un antiguo educador. También Florient, de 21 años, forma parte de la
comunidad. Tal es la comunidad religiosa. Fue fundada en 1996 y bautizada 'La
Valla' en recuerdo de un pequeño pueblo de la Loira donde se fundó la primera
comunidad de la congregación de los Hermanos maristas en el siglo XIX. 'La
Valla' vive en la casa de los Demougin, calle Verdún, en Mulhouse. Aunque los
hermanos maristas hayan ocupado las habitaciones que dejaron los hijos mayores,
numerosos jóvenes continúan visitando la casa, de modo que la comunidad tuvo
que alquilar un local cercano al cumplir su primer año de vida por el gran
número de actividades que se desarrollaban.
También existe la asociación 'La Valla', presidida por Nadia, de 20 años, quien
ha encontrado un espíritu de familia formidable en el seno de la comunidad. La
puerta está siempre abierta. Los jóvenes encuentran quién les escuche,
encuentran otros compañeros y adultos dispuestos a acompañarles, a ayudarles en
sus proyectos. Generalmente se descubre este lugar a través del contacto
personal. Tras haberlo frecuentado como 'usuaria', Nadia se ha pasado a la otra
parte de la barrera y hoy día ofrece buena parte de su tiempo a la acogida en
la casa y a la organización de las actividades de la asociación.
Solidaridad por contacto
Los jóvenes comprometidos en 'La Valla' comparten varios talleres en
colaboración con los adultos. Han organizado sesiones de ayuda para unos veinte
niños de la escuela Freinet que tienen dificultades con los estudios. «Son
niños que nos envían los mismos profesores», precisa Catherine Demougin. Las
sesiones se realizan los lunes y miércoles. Estos mismos niños van también al
«anexo» de la comunidad para compartir los momentos de juego.
Otra actividad que se realiza es el acompañamiento de personas ancianas que
viven en la residencia «Les Capucines», situada en la antigua clínica de la
calle Bourg.
la procedura di memorizzazione abbia completato il suo lavoro.Además, durante
las vacaciones escolares, los jóvenes participan en campos de trabajo. Dedican
tres días a decorar y arreglar habitaciones de personas que no pueden realizar
ese trabajo. En este momento, el equipo «La Valla» rehabilita el salón de
Jean?Pierre, un adulto minusválido que vive en la calle Waldner.
Además de estos talleres, los jóvenes se reúnen en múltiples ocasiones. Lo
hacen sistemáticamente con los adultos de la comunidad para tener «tiempos de
relectura».
¿Qué quiere decir esto?: «Funcionan 11 grupos, de 4 a 6 jóvenes. Pasan juntos
dos horas, con dos adultos, para hablar de su vida, de lo cotidiano, de los
problemas que encuentran, de las preguntas que se hacen...» Los equipos tienen
una reunión al mes o, a veces, cada dos meses (para los mayores, que se
encuentran dispersos por motivos de estudios o de su vida profesional).
Y como todas las actividades que se hacen en la comunidad, todo comienza o
termina con una comida. «Es un momento muy importante, de calma y de compartir.
Los mismos jóvenes traen las cosas para la comida y se completa con una sopa,
fruta, algo de queso& ».
UN ALQUILER POR TRES AÑOS, RENOVABLE
¿Cómo nació la comunidad «La Valla»?
¿Cómo funciona en el día a día? Responden los interesados
La comunidad religiosa «La Valla» es única en Francia: no existen, al menos
en la congregación de los Hermanos maristas, otros lugares de vida comunitaria
que reúnan, bajo el mismo techo, a seglares y a religiosos.
¿Cómo tuvo lugar el encuentro?
Catherine Demougin: Nosotros siempre habíamos acogido jóvenes, incluso
cuando todavía vivían con nosotros nuestros cuatro hijos. Cada sábado por la
tarde, la casa estaba llena. También acompañábamos sus proyectos. Y tales
proyectos se ampliaban, necesitábamos ayuda. Conocíamos la existencia de la
comunidad de los Hermanos maristas en Mulhouse, en la calle Franciscains. Su
principal vocación es acompañar a los jóvenes. Hemos compartido con ellos
nuestra preocupación, se han estrechado los lazos.
¿Cómo surgió la idea de crear una comunidad religiosa en la calle Verdún?
André Dury: El proyecto surgió poco a poco. Yo mismo esperaba la jubilación
como profesor, situación en la que ya estaba mi cohermano. No quería perder el
contacto con los jóvenes y mi congregación me propuso participar en la creación
de esta comunidad mixta, compuesta de laicos y hermanos, con una misión dada
por el obispo: el recibimiento y acompañamiento de los jóvenes. Es ya nuestro
séptimo año. Hoy día, más de un centenar de jóvenes pasan por la casa cada mes.
Vienen de todas partes.
¿Cómo funciona la comunidad en el día a día?
Catherine Demougin: Somos una comunidad religiosa, tenemos tiempos de
oración por la mañana y la tarde. Hemos preparado un pequeño oratorio en la
casa. También comemos juntos. Se vive como en una familia. Todos participamos
en el conjunto de las tareas domésticas, los cursos, las comidas, la limpieza,
el lavado de ropa... Cada uno en función de su disponibilidad.
¿Cómo vive vuestra pareja esta experiencia?
Catherine Demougin: Tenemos un espacio propio, en el desván, para preservar
nuestra intimidad. Es una habitación grande, abierta, que contiene nuestro
dormitorio, nuestros despachos y un rincón como salón. Además, esta experiencia
es extremadamente enriquecedora. Nos ha pacificado. Nos ha permitido vivir
serenamente la partida de nuestros hijos, no nos hemos separado bruscamente del
mundo de la juventud, al contrario... es un magnífico regalo. La llegada de los
hermanos nos ha aliviado, ya que el recibir a todos esos jóvenes se estaba haciendo
demasiado pesado para nosotros solos. Además, su presencia ha permitido que
multipliquemos por diez nuestra misión.
¿Alguna vez coméis los dos solos?
Catherine Demougin: Aquí raramente. Pero una semana al trimestre nos vamos
fuera los dos solos.
¿Cuál es la aportación que, como hermano marista, os hace esta comunidad
atípica?
André Dury: En el plano espiritual, me obliga a reconsiderar todo lo que
hacía como hermano. Viviendo junto a laicos, me he sentido obligado a
profundizar los textos maristas, en tanto que antes había sido, más bien, una
cuestión de rutina. La experiencia me aporta mucho personalmente. También es
una apertura al mundo, especialmente el trabajo, ya que, como profesor en una
escuela privada, vivía en un medio más cerrado.
¿Habéis firmado este contrato de vida común para siempre?
Catherine
Demougin: ¡No! Lo hemos firmado por tres
años. Nos concedemos la posibilidad de repensar las cosas regularmente. Estamos
ya en la tercera renovación, que hemos hecho sin ninguna vacilación... Tuvimos
que reflexionar, ¡bueno... unos cinco minutos!
http://www.champagnat.org/docs/ES31459_Bol059.doc